“Asustados por generaciones”

Tres décadas después del fin de la dictadura militar en Argentina, su legado cruel continúa a perseguir los sobreviventes. Los militares han secuestrado, torturado y matado más de 30.000 personas sospechosas de oponerse a su régimen y adoptaron a sus hijos pequeños. Así, más de 400 jóvenes de mi generación siguen conviviendo con los asesinos de sus padres reales (o aquellos complices). En Buenos Aires conocimos a una mujer que recientemente recuperó su identidad.

publicado en la página de Peace Boat el 2 febrero 2013 >>

 

En 2008, Catalina de Sanctis (izquierda) descubrió que sus padres fueron secuestrados, torturados y matados durante la dictadura militar en Argentina. Comparte esta suerte con otros 500 jóvenes adultos.

“Mi nombre es Catalina de Sanctis y recuperé mi identidad en 2008.” Esta frase, pronunciada por una jóven mujer durante el primer encuentro entre Peace Boat y las Abuelas de Plaza de Mayo en Buenos Aires, dejó a los participantes boquiabiertos. Es una expresión que resume la lucha de tres generaciones en Argentina para desvelar el legado de la dictadura militar, la cual aún tres décadas después sigue moldeando la sociedad argentina. Durante los primeros 30 años de su vida, Catalina de Sanctis vivió como “Maria Carolina” en la casa de un ex militar y su mujer. No fue hasta ese entonces que descubrió que sus supuestos padres eran cómplices en el asesinato de sus verdaderos padres. Entre 1976 y 1983 el gobierno militar secuestró, torturó y mató a al menos 30.000 personas que eran sospechosos de ser opositores de su régimen. Son recordados como “los desaparecidos”, en alusión a una declaración del dictador Videla, quien una vez declaró que simplemente habían “desaparecido”. Muchos de los jóvenes militantes tenían pequeños hijos o estaban embarazadas en el momento de su secuestro – como la madre de Catalina. Mientras que su padre fue torturado y matado inmediatamente, su madre fue puesta en una prisión secreta durante su embarazo, sólo para ser asesinada dos días después de dar a luz.

Durante la dictadura militar, las madres de los desaparecidos comenzaron marchas semanales en la Plaza de Mayo en el centro de Buenos Aires. Sus protestas llamaron la atención mundial a este problema.

Uno de los horrores de la dictadura militar en Argentina fue como hijos de prisioneros políticos eran apropiados por familias leales al régimen. Pero los opresores no esperaban esta reacción por parte de los familiares de estos hijos. ?gCuando mi hija no volvió, empecé a buscarla por mi cuenta – como hacían también muchas otras madres?h, Estela de Carlotto le contó a los participantes de Peace Boat durante el encuentro. La presidente de Las Abuelas de Plaza de Mayo es una figura pública en Argentina y en el mundo; su organización fue nominada para el Premio Nobel de la Paz en 2008 y ella habla regularmente en conferencias internacionales. Aunque ya se encuentre en sus ochenta, es todavía muy energética y elocuente. “Por supuesto que teníamos miedo porque sabíamos que también podían encarcelarnos a nosotras. Pero nuestro amor de madres probó ser aún más fuerte.” Ellas golpeaban en las puertas de jueces, de policías y de los militares – primero cada una por su cuenta, pero pronto se organizaron. Desde 1977 rodeaban silenciosamente la Plaza de Mayo todos los jueves, en frente de la Casa Rosada (sede del poder ejecutivo y despacho del presidente), usando telas de pañales y más tarde pañuelos en la cabeza como símbolos de sus hijos y nietos robados. Estas marchas les dieron el nombre de Madres/Abuelas de Plaza de Mayo y llamaron la atención de la prensa internacional hacia este problema. Los participantes de Peace Boat visitaron este lugar histórico, escenario de muchas manifestaciones y festividades desde la revolución de Mayo y la Independencia de Argentina que tuvieron lugar allí mismo en 1810 y 1816 respectivamente.

Durante el encuentro de Peace Boat con las Abuelas de Plaza de Mayo en Buenos Aires, la presidente del grupo Estela de Carlotto (centro) dió un pañuelo, una de sus simbólicas bandanas, a la organización – un gran honor para Peace Boat.

“Tomábamos precauciones especiales”, recuerda Estela de Carlotto con una gran sonrisa. “Una vez nos encontramos en una cafetería y fingimos celebrar nuestros cumpleaños, cuando en realidad estábamos intercambiando material e información debajo de la mesa. Como mujeres, fuimos primero subestimadas, pero de a poco nos hicimos más y más famosas.” Los miembros de ambas organizaciones viajaron alrededor del mundo para concienciar acerca de la violación de los derechos humanos cometido por el régimen; recibieron el apoyo de exiliados Argentinos y reconocidas ONGs como Amnesty International y la Cruz Roja. En 1979 las Abuelas encontraron los primeros dos hijos de desaparecidos, y hasta el día de hoy, 107 jóvenes adultos han recuperado su verdadera identidad. Durante los últimos años, las Abuelas se convirtieron en una gran institución con más de 100 empleados, compuesta por sectores de recepción, investigación y prensa, psicólogos para atender a los nietos y sus familiares, así como también un banco de ADN nacional, el cual facilita la búsqueda de parientes biológicos. “Cuando una abuela encuentra a su nieto/a, normalmente se queda en la organización”, enfatiza Buscarita Roa, cuya nieta fue encontrada en el 2000 por las Abuelas. “Después de tantos años, todos son nuestros nietos. Convertimos nuestra vida como abuelas en una experiencia comunitaria.”

Como educadora invitada de Peace Boat, la cineasta argentina Myriam Angueira habló sobre el legado de la dictadura militar Argentina y enseñó a los participantes sobre la cultura Argentina (En la foto: ceremonia del mate).

Hasta el día de hoy, las Madres y Abuelas lideran la lucha de la sociedad civil para poner fin al legado de la dictadura. “Estas mujeres despertaron mi conciencia política”, admite la educadora invitada de Peace Boat Myriam Angueira, durante el programa de intercambio. La directora de documentales creció en los años 80 y 90 – una época en la que la confrontación entre políticos neoliberales, quienes trataron de borrar los recuerdos de la “Guerra Sucia”, y una sociedad profundamente afectada por la dictadura, llevó a enfrentamientos en las calles, en todo el territorio argentino. Con experiencia en publicidad, eventualmente pasó a la dirección de documentales, colaborando con Fronteracine y empezó a ganar premios un año después. “Nos pusimos con una cámara en las primeras líneas de estos conflictos, sintiéndonos como Che Guevara”, recuerda. En simpatía con el movimiento “piquetero” – trabajadores que bloqueaban las calles, protestando por sus salarios – llaman a su estilo “cine piquetero”. “20 años, 20 poemas, 20 artistas” fue la primera película en la que colaboró. En ella retrata a las madres y abuelas de desaparecidos en las provincias norteñas de Jujuy y Tucumán. Mientras que el documental fue mostrado en diversos festivales alrededor del mundo, Argentina lo censuró hasta 1999, según nos cuenta Myriam Angueira. “una provincia lo censuró por más tiempo todavía, porque su gobernador estaba entre los opresores de la dictadura.”

Hibiscos rosados crecen en frente de las ventanas, detrás de las cuales 5,000 personas fueron torturadas durante la dictadura militar en Argentina. Un programa de estudio de Peace Boat visitó el “centro de detención clandestino” de la ESMA en Buenos Aires, el cual es hoy un museo.

Aunque la dictadura haya terminado en 1983, su legado continuó por más de dos décadas – aún cuando hoy en día, todo es muy fácil de olvidar. Cuando los habitantes de Peace Boat dieron un paseo sobre las pacíficas avenidas de la ex ESMA en Buenos Aires, la ilusión de un día en el campo era perfecta. Hibiscos rosados crecen delante de las ventanas, detrás de las cuales 5000 manifestantes fueron torturados y preparados entes del asesinato – personas como los padres de Catalina de Sanctis y la hija de Estela de Carlotto. Muchos de ellos desaparecieron detrás del portón de hierro y lo dejaron sólo una vez: en el camino al Aeroparque, el aeropuerto militar, donde los cautivos eran puestos en aviones y arrojados al Río de la Plata. Era el más grande de los 500 “centros clandestinos” de la Argentina. Sin embargo, las operaciones no eran tan secretas como el nombre sugiere: las personas eran secuestradas en espacios públicos y el centro estaba localizado en un distrito diplomático de Buenos Aires, rodeado de rascacielos. “Esto era parte de la estrategia de ‘terrorismo de estado’ cuyo fin era aterrorizar a la sociedad civil”, dice Myriam Angueira. “Mucha gente se queja de que los jóvenes argentinos no están tan dedicados a la política como lo están sus generaciones en otros países vecinos de América Latina. Pero la experiencia de los desaparecidos está en nuestro subconsciente y nos ha aterrado por generaciones.”

Dos equipos de filmación documentaron el memorable primer encuentro entre Peace Boat y las Abuelas de Plaza de Mayo, un equipo de filmación Alemán y un canal de televisión local.

Hasta el 2007, la ESMA era inaccesible al público y era todavía utilizada como un centro de entrenamiento marino, tal cual lo era durante la dictadura. “Gracias por devolvernos la patria” esta escrito en un panel con la foto de la presidente Cristina Kirchner y su marido, el ex presidente Néstor Kirchner. No fue hasta sus presidencias que organizaciones de la sociedad civil como la de las Madres y las Abuelas tuvieron éxito en sus demandas de transformar al centro en un lugar conmemorativo y en un museo. De igual manera, las víctimas tuvieron que esperar hasta 2004 para que los primeros opresores fueran juzgados en el tribunal. Mientras, muchas han fallecido sin siquiera haber rendido cuentas. 400 jóvenes adultos todavía continúan viviendo con la mentira que la dictadura ha cargado sobre su identidad. “En el 2007 vi un spot publicitario de las Abuelas en televisión”, recuerda Catalina de Sanctis, “siempre tuve la fantasía de que por ahí era adoptada, pero cuando vi la publicidad, la ilusión se convirtió en una verdad. No pregunté, sino que le dije a mi apropiador directamente: ‘soy hija de un desaparecido, verdad?'” Hoy Catalina está claramente distanciada de la pareja militar que la crió. “Fue un proceso difícil”, nos cuenta. Cuando en el 2007 un juez la visitó y le pidió que se hiciera un test de ADN, ella huyó del país impulsivamente, antes de, finalmente, decidir volver. En el 2010 encontró a su verdadera familia. “Pude reconocerme a mi misma en ellos y entender por qué soy como soy”, dice. “El lavado de cerebro y el hecho de cortar las raíces de un niño no tiene nada que ver con amor, sino con egoísmo. Por qué habrían de amar a un niño que es hijo de las personas a quienes torturaron y mataron?” Con la ayuda de las Abuelas, Catalina trajo su caso al tribunal y está actualmente esperando una decisión. “Estaba impresionada por el amor y el compromiso de las Madres, pero el testimonio de la nieta me dejó una impresión aún más grande”, dice Yuuka Hayashi, de 23 años, después del programa de intercambio. “Me pregunto qué sentiría y cómo reaccionaría si estuviera en su lugar.” Hoy en día los primeros nietos han empezado a colaborar en la organización de las Abuelas; ellos continuarán liderando la investigación cuando la última abuela fallezca. “El poder y el coraje de nuestros hijos es lo que nos ha inspirado durante todos estos años”, dice Estela de Carlotto. “Mi hija Laura tenía 23 años, estaba embarazada y consciente de que estaba poniendo su vida en riesgo mientras luchaba por un futuro mejor. Yo he estado tratando de aprender de su ejemplo.” No se dará por vencida hasta que encuentre a su nieto, quien hoy tiene 34 años y no tiene idea de que su verdadero nombre es Guido de Carlotto.

Traducción: Peace Boat

 

Apéndice: El 5 Agosto 2014 revelaron que Estela de Carlotto ha por fin encontrado su nieto! >>